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Una de las principales atracciones a lo largo del itinerario romántico es el castillo de Weikersheim. La residencia principal de la dinastía de los Hohenlohe es considerada una obra maestra de las residencias campestres.

En el siglo XVI, el Conde Wollfgang II heredó a Weikerheim y trasladó allí su residencia. Bajo su administración, el castillo se desarrolló de una fortaleza rodeada por un foso de agua para un magnífico palacio renacentista. Los salones suntuosos se han conservado hasta hoy con su decoración interior intacta. El salón de los caballeros, que se remonta al período de 1600, continúa en su estado original, con la excepción de las pinturas de lambris y de la gran araña, añadidas en el siglo XVIII. Debido a su excelente decoración, la sala de audiencia de la princesa Elisabeth Friederike Sophie fue bautizada como "Schönes Zimme" (sala bonita). A partir de 1710 se crearon los ornamentos barrocos en el interior del castillo y el jardín. Con su diseño axial y el programa variado de figuras, el jardín es todavía hoy un modelo de arquitectura barroca paisajística. En la antigua cocina del castillo se encuentra hoy una exposición permanente sobre la alquimia. Aquí los visitantes tienen la oportunidad de concerrar el Conde Wolfgang II de Hohenlohe y su laboratorio de alquimia. La "Orangerie", una construcción de dos alas en forma de arcadas, de 1723, tiene una longitud total de 100 metros y separa el jardín del castillo de la naturaleza libre. El jardín del castillo de Weikersheim es famoso por su amplio programa de figuras. Además de las cuatro estaciones, de los cuatro elementos y de los cuatro vientos, de los dioses de los planetas y de la fuente de Hércules y de otros dioses de la Antigüedad, hay también toda una corte de enanos poblando ese reinado del jardín.

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